Las playas se atestan en verano de turistas extranjeros y población autóctona ávida de envidiables bronceados. Ello implica la exhibición pública de cuerpos torneados y esbeltos, la búsqueda del canon de belleza que es en definitiva un fenómeno y estudio social que posee cierta conexión con el denominado "culto al cuerpo" y que puede degenerar en una continua obsesión por el aspecto y la apariencia física, como quien se obsesiona por cuidar y mantener la línea mediante dietas alimenticias. Una vez más surge la apariencia, ese concepto tan idolatrado y buscado hoy en día de cara al exterior en relación con nuestros semejantes y que tanto dio que hablar en la España de finales del siglo XIX al ilustre Galdós. Lo cierto es que si el incisivo escritor canario viviera, estoy seguro de que no dudaría en firmar una novela muy crítica sobre el asunto que voy a exponer a continuación.
La fenomenología social actual aplicada al escenario playero se caracteriza por una moda que, cual reducto de la época del "destape" en España, se impone cada vez en mayor medida en nuestras costas, como es el tipo de exhibición pública específica conocida como desnudo femenino o topless, un anglicismo que es demasiado familiar en los países de sol y playa cuando el calor aprieta. No escasean las playas donde, con el deseo estético de poseer un bronceado integral libre de las molestas marcas del bañador, féminas desinhibidas de cualquier edad, clase y condición exhiben despreocupadamente sus atributos sexuales delante del común de los mortales, sin complejo alguno y sin importarle siquiera la presencia y cercanía de niños o ancianos. Esto, que, según la edad de la que practica la actividad, puede alegrarle la vista a jóvenes con hormonas en plena efervescencia o a mayores que les ayuda a olvidar su senilidad y a rememorar sus años mozos, se ha convertido en un fenómeno casi normal y con el que se convive de forma aparentemente natural en la primera línea de playa (bien es cierto que mientras unas pasean por la arena o se remojan en el agua, otras, más discretas, se broncean estoicamente con el "vuelta y vuelta" desde su toalla).
Aun así, se debería plantear el debate social de si es correcto, respetuoso, decente, moral, decoroso o apropiado (llámenlo X) la exhibición gratuita en playas públicas de los caracteres sexuales femeninos (y por qué no decirlo para no pecar de machista, a veces masculinos) cuando existen unas zonas de playas específicamente nudistas en las cuales impera la ley del "libres domingos y domingas". Antiguamente, bajo regímenes menos o nada democráticos, los "buenos hábitos" y las "buenas costumbres" sociales eran algo mucho más practicable, con las excepciones que siempre existen. Hoy en día, en estos tiempos modernos bastante invadidos por la ociosidad, por la molicie y por la carestía del respeto mutuo y de una ética social medianamente seria, no estaría de más que este debate apareciera en la "agenda setting" no sólo de los medios de comunicación, que parecen olvidarse de estos asuntos en sus páginas, sino de la mentalidad colectiva de la sociedad actual, que como piensan algunos con no poca razón, está carente de valores.
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