martes, 27 de noviembre de 2012

Todo tiempo pasado fue mejor


Se anuncia otro fatídico pronóstico. La OCDE, Organización para el Desarrollo y la Cooperación Europea, ha advertido de que 2013 será el peor año de la crisis ecónomica española. A ello añade que España incumplirá el tan codiciado objetivo de déficit público e incrementará su ya inadmisible tasa de desempleo.

Ante estos desalentadores datos, uno se hace la conocida cuestión: ¿aún no habremos tocado fondo? Si uno tiene sentido común y capacidad crítica lo más sensato es pensar que no. Y es que hastiado ya se halla uno de escuchar la incesante coletilla que se ha hecho famosa con el errático gobierno económico de Elena Salgado, que parece que ha sentado cátedra o jurisprudencia política: "ya se aprecian los primeros brotes verdes de la recuperación económica", aplicándose a crecimiento de la economía o generación de empleo. Pero ya no cuela, señores, que un Gobierno de cualquier color comparezca cada cierto tiempo con tranquilizadores mensajes de estar caminando en la buena dirección, aludiendo a unas durísimas políticas económicas que ya están surtiendo efecto, emprendidas en su día con toda la voluntad de sacar al país de la difícil situación económica, y  pintándolas como enteramente necesarias.

Pongámonos filosóficos. Evocando al poeta medieval Jorge Manrique y sus célebres y patéticas Coplas a la muerte de mi padre, se suele decir por los grandes nostálgicos que todo tiempo pasado siempre fue mejor. Latiguillo más óptimo no se podría aplicar a nuestros días. ¿Por qué? Pues porque atrás quedan esos gloriosos años en los que algunas inmobiliarias ávidas de billetes verdes en alianza con gobiernos autonómicos o locales, deseosos éstos de despliegue de población en sus regiones, se enriquecían ambos con el negocio del siglo, la especulación urbanística. En muchos casos y como vamos conociendo cada vez que se destapa un escándalo de corrupción, para la concesión de licencias de dudosa o nula legalidad, los gobiernos regionales solicitaban el requisito sine qua non de abonar suculentas comisiones a las arcas autonómicas o municipales, que a su vez terminaban repartidas en los bolsillos de sus gestores.

Lejos quedarán esos tiempos, cuando entidades financieras ofrecían a granel productos financieros y créditos hipotecarios sin reparos a presas fáciles de convencer o de engañar: clientes en muchos casos desprovistos de capacidades avalatorias ni garantías de devolución, que o bien jugaban también a especular con su Monopoly particular, o simplemente deseaban hipotecarse en una casa para vivir de forma honesta, bien es cierto que con un asumido nivel de riesgo a largo plazo nada desdeñable. Prácticas bancarias que por cierto eran bien consentidas y toleradas por los organismos regulatorios.

Muy atrás se quedan esos años, en definitiva, de productividad y expansión en los que se favoreció un modelo económico y laboral basado en el ladrillazo. Aquí la pudimos llegar a contemplar, señores, en todo su esplendor: la España del futuro, del progreso y el bienestar sociales.

Estos son sólo algunos casos en los que el pasado reciente fue bastante mejor, pero siendo honestos, para unos pocos más que para la mayoría. Y es que en el Carpe Diem que vivimos años atrás, ¿qué cosa no era mejor? Ay... qué tiempos aquellos, como se dice en la zarzuela La del manojo de rosas... Pero amigos, de aquellos polvos han surgido ahora estos lodos...

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