jueves, 28 de junio de 2012

¿Se salvará el euro?


En estos días se decide si el proyecto europeo basado en la unión monetaria ha fracasado o no. Se habla y se comenta en los mentideros financieros y económicos de una más que evidente salida del euro de Grecia, un país exhausto que no va a poder afrontar la deuda contraída con Europa, y que hipotecará a generaciones futuras. Ante esta dramática coyuntura, el efecto dominó que arrastraría a los demás países con situación preocupante como Portugal, Irlanda o la propia España, se cierne sobre Europa como una sombra espectral.

¿Se imaginan volver a las monedas originarias de cada país miembro de la Unión Europea? ¿Conciben en España el retorno de la recordada peseta? Sería un difícilmente concebible déjà vu que para Europa significaría la auténtica deslegitimación del sistema comunitario de integración monetaria y pondría en duda a las propias instituciones supranacionales garantes de la unión política y económica. Y en consecuencia, significaría (está significando, de hecho) la completa incapacidad de gestionar una crisis financiera global con herramientas netamente europeas.


En anteriores crisis económicas, cada país miembro con su respectiva moneda establecía un mecanismo de devaluación de la moneda. Con ello podía competir con el exterior vía exportaciones para obtener mayor cantidad de recursos y así salvar en parte las acometidas de la tempestad aunque entrañaran efectos adversos para el mercado interior como la inevitable inflación. Con una moneda común esta maniobra de "salvamento de divisas" es enteramente imposible.

No hay que engañarse respecto al hecho de que la moneda única se crea originariamente para las grandes operaciones y transacciones empresariales de capital bursátil o financiero, no para las actividades mercantiles de compra y venta de los ciudadanos de a pie. Una moneda financiera enormemente sólida y competitiva en los mercados internacionales, pero absolutamente vulnerable y débil usándola inconvenientemente, como generando sobreendeudamiento, por parte de los gestores públicos, y como hemos comprobado, también de los consumidores privados.

De toda Europa depende la salvación del proyecto de moneda única y su irreversibilidad. Con la postura inflexible de ciertos países centrales o la pasividad de algunas instituciones europeas haremos un flaco favor a las naciones más afectadas por esta crisis de deuda que desearon en un momento dado de su Historia confiar en el proyecto europeo y adherirse a la idea de una Europa más fuerte y unida.

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